El aire acondicionado «engorda»: ¿mito urbano o realidad?

Nos deja ejercitar cuando afuera hacen 40 grados pero nos pone en una situación metabólica demasiado cómoda; el debate, a continuación.

Por Lanacion.com.ar

Esos kilos de más que nos hacen bordear la obesidad no se deben a la ingesta excesiva de grasas, alcohol y dulces en cantidades industriales. No, nada de eso. La culpa la tiene el aire acondicionado. Sí, leyó bien. El aire acondicionado es el partícipe necesario de esos kilitos que le están sobrando. Así que apague el aire y póngase a transpirar. Y no me venga con que le estamos haciendo un favor al gobierno en su cruzada por reducir el consumo de energía, porque la culpa la tiene la temperatura constante, por ejemplo a 24°C. ¿Cómo?

Antes de que una horda de fundamentalistas nos salte al cuello, digámoslo de otra manera, con gesto adusto y rigurosidad científica: uno de los factores clave en el incremento de la obesidad a nivel mundial es el sedentarismo térmico. ¿Y eso qué quiere decir?

«El aumento de peso se debe no solo a la ingesta inadecuada de comida, sino también a la disminución del gasto calórico. La epidemia de sobrepeso y obesidad a nivel global conduce a analizar los múltiples factores asociados a esta problemática. Entre ellos, aparece la climatización constante de los hogares provistos de calefacción y aire acondicionado, al igual que los sitios públicos, lugares de trabajo y de transporte», dice la doctora Ana María Cappelletti (MN 76.523), Directora de la Diplomatura en Obesidad de la Universidad Favaloro y miembro de la Sociedad Argentina de Nutrición. Y enseguida aclara: «Parecería que el hecho de no tener que esforzarnos para mantener una temperatura corporal de confort, sería un factor que predispone al aumento de peso. Pero esto no significa que el aire acondicionado engorde».

Los beneficios de estar incómodos

Hace poco, un estudio divulgado por la revista científica Science Daily sostuvo que la exposición de las personas en ambientes climatizados por fuera de la temperatura de confort (22°C) podía ayudar a reducir las principales enfermedades metabólicas como la diabetes y la obesidad. El autor principal del artículo titulado «Excursiones saludables fuera de la zona de confort térmico», el holandés Wouter van Marken Lichtenbelt, especialista en Ecología Energética de la Universidad de Maastricht de los Países Bajos, sostuvo que «se suponía que las temperaturas estables fijas en interiores satisfarían la comodidad y la salud en la mayoría de las personas. Sin embargo, esta investigación indica que las temperaturas variables pueden tener un efecto positivo en nuestra salud y al mismo tiempo incluso pueden crear placer».

¿En qué quedamos? Ahora dicen que el aire acondicionado no sólo no engorda, sino que, por debajo de los 21°C, ayudaría a acelerar el metabolismo, quemar grasas y adelgazar. ¿Estamos todos locos?

La doctora Cappelletti sostiene que «las personas responden con cambios metabólicos a los cambios de la temperatura ambiente, lo que se denomina termoregulación. Las altas temperaturas aumentan el gasto metabólico a fin de mantener la temperatura corporal y disminuyen la ingesta de alimentos con muchas calorías. Pero a su vez, las bajas temperaturas aumentan la liberación de energía en forma de calor, por estimulación de un tipo de grasa (tejido adiposo pardo) que protege contra el sobrepeso».

Es decir que con una temperatura constante, sin variaciones, «las personas pasan más tiempo en la llamada zona neutral térmica. Esto disminuye el gasto energético necesario para mantener la temperatura corporal».

La investigación de Wouter van Marken Lichtenbelt va en sintonía con el nuevo paradigma de «repensar la comodidad térmica» en grandes condominios tanto más cuanto que, en los países desarrollados, los edificios representan el 40% de la demanda de energía. Una reducción en el calor o el frío de la climatización tendría no sólo un efecto positivo en la salud de sus ocupantes sino también que reduciría las emisiones contaminantes.

«Todos los extremos resultan dañinos para la salud. Si bien las altas temperaturas llevan a la mayoría de las personas a ingerir alimentos menos calóricos, también producen sudoración excesiva y pueden llevar a la deshidratación», amplía la doctora Cappelletti. Y le tira un centro a los fundamentalistas del aire acondicionado: «Si pensamos, además, que el AA nos permite continuar realizando ejercicio físico aún en días muy calurosos, lejos de promover el sobrepeso, facilita una vida saludable. Numerosas investigaciones concluyen que el frío y el ejercicio estimulan el gasto energético. La idea errónea es creer que sudar excesivamente durante el ejercicio contribuye al descenso de peso».

Siendo así, los habitués a las grandes bacanales hemos perdido la oportunidad de encontrar un nuevo argumento para echarle la culpa de nuestro sobrepeso al aire acondicionado, más bien parecería que es todo lo contrario.

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