Avanzan sin síntomas y podrían aumentar los casos de cáncer de hígado y edema macular diabético en las próximas décadas.
Por Revista ES
Las enfermedades metabólicas avanzan de forma silenciosa, pero están detrás del incremento de complicaciones graves como el cáncer de hígado y el edema macular diabético. Por esa razón, Roche recomienda a las personas buscar un abordaje integral de estos trastornos más allá del control de la glucosa y entender su impacto sistémico en el cuerpo.
“Durante años se ha hablado de la diabetes solo en términos de azúcar en la sangre, pero hoy sabemos que es un trastorno metabólico que afecta silenciosamente a múltiples órganos. El reto es detectar ese daño antes de que sea irreversible”, explica la Dra. Yadira Camacho Martínez, gerente médico de oftalmología para Roche Centroamérica, Caribe y Venezuela.
Las enfermedades metabólicas, como la diabetes tipo 2 o el síndrome metabólico, alteran la capacidad del organismo para usar o almacenar energía[1]. Aunque parezca una disfunción simple, desencadena daños que afectan órganos vitales como el corazón, los riñones, los ojos y el hígado[2], muchas veces sin síntomas visibles en sus primeras etapas.
Órganos en riesgo: el daño silencioso
La retinopatía diabética es la causa principal de ceguera en los adultos en edad laboral[3]. Una de sus complicaciones más severas es el edema macular diabético (EMD), que ocurre cuando los vasos sanguíneos de la retina se dañan y filtran líquido hacia la mácula, el área responsable de la visión central[4].
A nivel mundial, se estima que más de 21 millones[5] de personas viven con esta condición, una cifra que seguirá creciendo conforme aumenten los casos de diabetes.
Las cifras son contundentes: el 34,6% de los adultos con diabetes presentan retinopatía diabética, y el 7,48% desarrollan edema macular diabético[6]. Estos datos evidencian que las complicaciones visuales no son casos aislados, sino una consecuencia frecuente del descontrol metabólico.
“El ojo y el hígado son verdaderos espejos del metabolismo. Cuando el cuerpo pierde su equilibrio energético, ambos órganos lo reflejan: el ojo con pérdida de visión y el hígado con inflamación progresiva que puede derivar en cáncer”, señala la Dra Camacho.
El hígado, considerado el “centro químico” del cuerpo, también sufre las consecuencias del desequilibrio metabólico. La esteatosis hepática asociada a disfunción metabólica (conocida como hígado graso) puede evolucionar hacia inflamación crónica, cirrosis y finalmente hepatocarcinoma (HCC), el tipo más común de cáncer hepático[7].
Actualmente, el HCC representa cerca del 90%[8] de los casos de cáncer de hígado, y se proyecta que las muertes por esta enfermedad aumentarán más de un 50% para 2040[9].
Entre 5 a 10% de las personas con diabetes desarrollan cirrosis, y una vez en esta etapa, el riesgo de hepatocarcinoma aumenta de 1 a 2% anualmente. Esto significa que aproximadamente 1 de cada 1,000 pacientes con diabetes llegará a desarrollar HCC[10].
Un reto de la salud pública global
La Federación Internacional de Diabetes (IDF) estima que una de cada nueve personas adultas vive con diabetes, y más del 40% desconoce su diagnóstico[11].
El retraso en la detección y un control deficiente agravan los síntomas y abren la puerta a complicaciones como enfermedad cardiovascular, insuficiencia renal, deterioro neurológico y cáncer.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que la combinación de diabetes, obesidad, hipertensión y colesterol elevado actúa como un círculo vicioso que multiplica el riesgo de daño hepático, visual y cardiovascular[12].
Conciencia y acción: el desafío colectivo
Las enfermedades metabólicas son prevenibles y tratables, pero requieren una estrategia integral que combine educación, diagnóstico temprano y atención multidisciplinaria.
No se trata solo de controlar la glucosa, sino de comprender que el metabolismo afecta a cada célula y órgano del cuerpo.
“Las enfermedades metabólicas no son únicamente un desafío médico, sino también social. Necesitamos más educación, prevención y acceso a diagnóstico temprano en todos los niveles del sistema de salud”, enfatiza la Dra. Camacho.
El autocuidado es fundamental: mantener una alimentación equilibrada, realizar actividad física regular y acudir a controles médicos periódicos puede marcar la diferencia entre vivir con una enfermedad controlada o enfrentar sus consecuencias más graves.
Ignorar los signos del metabolismo alterado es permitir que complicaciones silenciosas, como el hepatocarcinoma o el edema macular diabético, continúen avanzando sin ser vistas.

