Una sesión de deporte larga y poco intensa ayuda. También hacer las compras con el estómago lleno. La pregunta es: cómo engañar a un cuerpo que pide azúcar sin parar.
Fuente: El País
De los dulces o confites se pueden decir bastantes cosas buenas. En general, son riquísimos. Bajo esa denominación extremadamente genérica (“los dulces”) cabe una cantidad casi eterna de productos: de las clásicas galletas a pasteles o donas de chocolate, cada variedad tiene su público. Representan la culminación culinaria del ser humano como animal creativo: con un poco de harina, azúcar, mantequilla y alguna cosa más se hacen verdaderas obras de arte.
Pero los dulces también gozan de cierta mala fama, basada, por una parte, en la opinión de que uno puede vivir sin brownies o tortas chilenas. Algunos lo ven como un signo de debilidad. Los amantes de la comida sana tampoco ven con buenos ojos su consumo desmedido, y en este caso no les falta razón. Una ingesta excesiva de azúcar puede ir asociado a problemas de obesidad y enfermedades cardiovasculares.
Quien ha sentido alguna vez esa necesidad súbita de comer algo dulce porque se lo pide el cuerpo tiene una explicación científica. La nutricionista Ana Checa, consultada por el diario español El País, dice que “la principal razón por la que esto pasa es una fuerte bajada de nuestros niveles de azúcar en sangre debido a la reacción que provoca la insulina que segrega el páncreas. Dicho de otra manera, cuando comemos una comida rica en hidratos de carbono (pasta, arroz, pan, helados, bollería y pasteles), el cuerpo responde digiriendo y transportando estos azúcares por la sangre. Puesto que unos elevados niveles de azúcar sanguíneo son perjudiciales para el organismo, se activa el ciclo de la insulina pancreática para reducirlos. Por este motivo, se puede llegar a producir una drástica bajada de azúcar en la sangre, que al final es la responsable fisiológica, junto a otros factores psicológicos, de ese ataque que en ocasiones hacemos hacia los dulces”, dice.
Para todos aquellos que sienten esa necesidad frecuentemente, la especialista Ana Checa aporta cuatro sencillos trucos para superar su dependencia.
- Engañe a su cerebro. Tenga siempre a mano alimentos que le puedan sacar del apuro en los momentos de crisis y le den gato por liebre a su mente sin alterar su glucemia. “Son un buen recurso los caramelos de sabores sin azúcar, los refrescos light o el chocolate de al menos 70% de cacao”.
- Evite hacer la compra cuando tiene hambre. Está demostrado que bajar al supermercado con apetito implica llenar el carro de todo aquello que le entra por los ojos, incluidos chocolates y pan. Haga la compra bien comido, confeccione una lista y diga no a las improvisaciones. “Sin los citados manjares en casa, las probabilidades de picar son mucho menores”, dice Ana Checa.
- Elabore recetas caseras con “trampa”. ¿Es fanático del flan? Pues métase en la cocina y prepáreselo usted mismo. “Basta con sustituir los ingredientes más ricos en azúcares por otros con ausencia o reducción importante de los mismos”, precisa la nutricionista. Los edulcorantes y variedades de alimentos sin azúcar (galletas, mermelada…) serán sus grandes aliados.
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Manténgase ocupado y activo. Si nuestra ansia de azúcar nos llega mientras estamos atareados en algo, nos será más sencillo obviarla. En este sentido, la especialista recomienda la actividad física: “Preferiblemente de carácter aeróbico, es decir, de media/larga duración y baja/media intensidad, ya que favorecerá la activación de vías energéticas lipolíticas (grasas) de manera que ayudará igualmente a no alterar excesivamente los valores de azúcar en sangre. Algo que sí pasaría después de una sesión corta y extenuante”, explica.