Tanto en el ejercicio como en el amor se requiere un proceso para desarrollar sus virtudes, inicialmente percibimos cierta resistencia, aceptamos que nos hace falta y aunque sabemos de sus beneficios, nos asusta salir de la zona de confort.
Por Daniel González*
Sabemos que vamos a experimentar sensaciones nuevas, y estas pueden considerarse una amenaza para nuestro primitivo cerebro.
Ya no hay leones que pongan en peligro nuestro bienestar, tampoco tenemos necesidad de cazar nuestra comida, nuestra existencia se ha vuelto increíblemente sencilla, estamos a un clic de cumplir el antojo más inusual.
Se ha desnaturalizado el movimiento humano, vivimos, trabajábamos y comemos en cajas; manejamos 1 hora para sentarnos en una bicicleta estacionaria.
Hacer ejercicio es más que seguir una tendencia o mejorar nuestra salud, es un acto revolucionario en una sociedad cada vez más enferma y sedentaria.
Es luchar contra nuestros impulsos de dormir más, o llegar más temprano a casa, es saber que somos diferentes y que estamos locos, locos porqué elegimos sudar y sentir dolor, locos por qué nuestra comida es más verde y menos frita, locos por qué la disciplina es nuestro emblema.
Cada gota derramada nos recuerda que estamos construyendo una mejor versión de nosotros mismos, no se trata de ejercicio, ni de una apariencia solamente, se trata de luchar por nuestras metas, de progresar día a día, de ver lo que nadie más ve, de amar el proceso.
La respiración agitada, las gotas de sudor en nuestra frente, las piernas temblorosas se volverán una sensación adictiva, que nos hará percibir lo mucho que hemos avanzado, seremos capaces de hacer cosas que nunca imaginamos, y nos convertiremos en una fuente de inspiración para muchas personas.
Convertiremos la actividad física en nuestro mejor antidepresivo, sabemos que no será fácil, que habrán algunos días donde solo pensaremos en tirar la toalla, pero serán esos días, los que construirán nuestro carácter.
Un día volveremos a ver atrás y no reconoceremos la persona en la que nos hemos convertido, la sonrisa será inevitable y un gran orgullo inundará nuestra alma.
Si eso no es felicidad, entonces no se que es.
“Todo cambio es duro al inicio, confuso a la mitad y es maravilloso al final” Robin Sharma
*Asesor en Estilo de Vida Saludable