Dejar atrás una lesión no solo es una cuestión médica. Los temores y la desilusión terminan siendo más dañinos para la salud del deportista.
Por Revista ES
El deporte trae tantos beneficios que hay que tomárselo en serio. La preparación inadecuada, el desorden en los planes de entrenamiento (o ausencia), una mala técnica y hasta una escogencia errónea de la disciplina deportiva que se realiza engrosan los porcentajes de personas lesionadas.
Dentro del proceso de convalecencia, algunos atletas aprovecharán para trabajar otras partes de su cuerpo; otros estudiarán más sobre su lesión. En el peor de los casos, hay quienes perderán lo logrado hasta el momento y les costará retomar el ritmo y el compromiso.
Sin importar cuál sea su caso, enfóquese en superar el problema, mantenga su mirada fija en una meta u objetivo, llénese de valor y mucha paciencia, y no olvide que todo regreso debe ser progresivo.
Según el fisioterapeuta César Villalobos, al momento de regresar a la actividad deportiva “todo atleta debe tener la certeza de que la lesión ha sido curada para definir las cargas de entrenamiento. Debe tomar en cuenta que una lesión que provoque reposo casi absoluto demandará un plazo mayor para ser superada y alcanzar el nivel óptimo”.
No es regla general, pero el especialista reconoce que muchas veces la recuperación se hace más lenta cuanta mayor edad tenga el paciente. “Tienen más desconfianza los deportistas adultos que los jóvenes. Creen que por ser mayores no se pueden recuperar al máximo y son más temerosos”, explica César.
El miedo
Frecuentemente existe un temor del deportista al regresar a sus entrenamientos, más cuando tiene duda de si su lesión ha sido curada al 100%. Es responsabilidad del profesional que lo asesoró y le dio tratamiento –además de su entrenador desarrollarle la confianza al atleta y probarle que su cuerpo está listo para volver a los entrenamientos. “La confianza le llega al atleta con trabajos progresivos y haciéndolo sentir en una zona de confort físico para entrenar”, apunta el fisioterapeuta.
Decálogo para enfrentar una lesión
1. Darnos cuenta del problema. Nada peor que no poner atención a las alarmas de nuestro cuerpo.
2. Buscar ayuda de un especialista. Obviar el problema puede agravarlo en poco tiempo.
3. Reconocer la fuente del problema (sobreentrenamiento, mala técnica o planificación, etc). Así el tratamiento tendrá mejores resultados.
4. Completar el tratamiento (físico, terapéutico o medicinal) hasta haber superado el problema. No siempre la desaparición del dolor indica la ausencia de la lesión.
5. Saber qué otro tipo de ejercicios puede seguir realizando. Le ayudará muchísimo cuando pueda volver a practicar su deporte favorito. Rutinas de natación, ciclismo, gimnasio o simples estiramientos musculares son algunas opciones.
6. Cuidarse de una recaída. Suele ser todavía más complicada de recuperar física y mentalmente.
7. No desmotivarse por la pérdida de su condición física. Expertos consideran que tras un mes de inactividad el cuerpo podría perder la mayor parte de su condición aeróbica.
8. Fortalecer la parte mental. Reconocer que no somos los mismos, pero que con paciencia, entrenamiento y el paso del tiempo podremos estar igual o mejor que antes de la lesión. Lecturas motivadoras y videos son una gran ayuda.
9. Volver a los entrenamientos progresivamente. No obsesionarse con recuperar el tiempo perdido; así se alejará en gran parte de una recaída. Hacer más a menudo otros deportes en los que la zona dañada no sea tan exigida.
10. Suspender entrenamientos ante cualquier molestia o dolor. Uno de los mayores errores es creer que el dolor es parte del proceso de recuperación. El dolor indica que está forzando mucho la zona afectada y no se ha curado lo suficiente como para exigirle un esfuerzo de esa intensidad.
Dolorosa lista
Tienen diferentes grados de gravedad y espacios de recuperación, pero cualquiera de los seis grandes grupos de lesiones podría traerse abajo su plan de entrenamientos:
· Lesiones musculares: contusiones, distensiones, rotura muscular. Incluye calambres y contracturas.
· Lesiones tendinosas: tendinitis, tendovaginitis, rotura tendinosa.
· Lesiones articulares: esguinces, luxaciones, meniscopatías, sinovitis, artritis traumática y bursitis.
· Lesiones óseas: fracturas, periostitis, osteocondritis, fracturas por estrés.
· Lesiones nerviosas: síndromes por compresión y elongación nerviosa, entre otras.
Lesiones en la piel: laceraciones y ampollas.