En Reino Unido, por ejemplo, entre 2006 y 2016 los veganos aumentaron en un 350%.
Por BBC Mundo
Ya sea por convicción o por moda, en algunos países en años recientes ha crecido el número de personas que adopta una dieta vegana, que excluye los alimentos de origen animal, como carnes, pescados, lácteos, huevos y miel.
En Reino Unido, por ejemplo, entre 2006 y 2016 los veganos aumentaron en un 350%.
Estos deberían poder conseguir todos los nutrientes que necesitan con una dieta variada y balanceada, planificada con antelación, según el servicio británico de salud pública (NHS,por sus siglas en inglés).
Pero con frecuencia eso no ocurre. Y aunque muchos siguen sumándose a esta dieta otros veganos de larga tradición deciden abandonarla.
John Nicholson y su compañera se hicieron veganos en 1984, cuando tenían 23 años y vivían en una granja en el norte de Escocia.
Pero 26 años después la pareja decidió volver a comer carne porque consideró que era mejor para su salud.
Un «cambio de identidad» tras 26 años
«Veíamos cómo llevaban el ganado al matadero y ambos pensamos que teníamos que parar (de comer carne)», recuerda John.
«En aquella época realmente tuvimos que investigar qué debíamos comer», recuerda.
«Empezamos a fijarnos en la comida india y asiática, y después seguimos ampliando nuestros horizontes culinarios, un gran contraste con la dieta con la que crecimos en el noreste de Inglaterra».
«Poco después el gobierno empezó a hablar sobre la importancia de llevar una dieta saludable, algo que no había ocurrido antes, así que nosotros pensamos ‘genial, estamos optando por una alternativa moral y saludable'».
Pero a medida que fueron pasando los años la pareja vio cómo su salud se fue deteriorando y empezó a cuestionarse cual sería la causa.
«Yo padecí síndrome del intestino irritable durante 17 años«, dice John.
«Cada vez que comía mi estómago se hinchaba».
«Cualquier cosa que comiera dejaba mi cuerpo muy rápidamente, tanto que a veces no podía salir de casa».
Además John empezó a engordar mucho. Medía 1.78, pesaba unos 95 kg, y tenía el colesterol alto.
Paralelamente, su compañera lidiaba con la depresión y con el hipotiroidismo. Así que ambos estaban listos para hacer cambios en sus vidas.
«Yo era muy escéptico, pero quería apoyarla».
Cambio inmediato
John cuenta que el impacto fue casi inmediato. En cuestión de 48 horas John empezó a sentirse mejor y su síndrome del intestino irritable prácticamente desapareció.
Su pareja también notó una notable mejoría de su salud.
«Cuando has sido vegano durante 26 años, eso se convierte en parte de tu identidad», dijo.
«Me preocupaba pensando que estaba siendo superficial, pero entre los dos hablamos mucho sobre el tema y llegamos a la conclusión de que queríamos poner nuestra salud por encima de la de los animales».
Aún hoy la pareja está en contra de las prácticas de la industria de los animales de granja y siempre escogen los productos que consumen en base a criterios éticos de producción orgánica y ecológica.
«Pienso en lo que mi abuela le habría dicho a la gente vegana. Les habría dicho que es una tontería autocomplaciente».
«Pero su generación sí sabía cómo alimentarse de acuerdo a de dónde eran y a cómo se producían los alimentos».
«Ahora lo que estamos haciendo es volver a como eran las cosas antes, antes de que la comida se complicara y se convirtiera en algo procesado«.
«Es como si mi cuerpo me lo agradeciera»
Estelle Silver fue vegana durante ocho años antes de volver a comer carne.
Pero cuando tomó esa decisión no sabía que eso tendría un impacto positivo sobre sus problemas de salud.
«Yo me hice vegana porque me dijeron que tenía sensibilidad a los lácteos», dijo.
«Entonces yo ya había llevado una dieta estrictamente vegetariana durante 20 años y hacía tiempo que quería hacerme vegana por mis creencias sobre el abuso de los animales y las prácticas de la industria de los animales de granja, así que esa fue una excusa perfecta para dar ese último paso», le explicó a la BBC.
Inicialmente Estelle estaba contenta con el cambio porque le mejoró la piel. Pero con el tiempo se notó más cansada y más incapaz de lidiar con el estrés. Además desarrolló problemas de ansiedad.
«Cada vez que salía era un manojo de nervios. Casi no era capaz de hablarle a la gente y me quedaba pegada a mi novio de entonces», dijo.
«Nunca hice la conexión con la dieta y la seguí estrictamente porque éticamente me sentía mucho mejor no dándole mi apoyo a la industria de la alimentación animal, además de que estaba convencida de que llevaba una dieta saludable».
Pero ocho años después Estelle empezó a tener antojo de carne y pescado y empezó a hacer ligeras «trampas» en su dieta vegana, dándose «pequeños premios».
«Es como si mi cuerpo me lo agradeciera y me sentía mejor cada vez que comía un poquito de carne», cuenta.
Poco después, ese mismo año, le diagnosticaron síndrome de fatiga crónica, también conocida como encefalomielitis miálgica, y en un grupo de apoyo le dijeron que comer carne y pescado podría aliviar sus síntomas.
«Desde entonces mi salud ha mejorado muchísimo y prácticamente ya no tengo ansiedad«, dijo Estelle.
«Desde un punto de vista ético, desearía poder vivir sin consumir productos animales, pero ahora ya no creo que una dieta vegana es saludable: mi cuerpo simplemente no puede tolerarla».
Según Heather Russell, nutricionista de la Sociedad Vegana de Reino Unido, sí es posible obtener todos los nutrientes que tu cuerpo necesita de una dieta vegana, pero para ello la planificación es clave.
Según el NHS, si los veganos no controlan bien su dieta pueden carecer de elementos nutritivos importantes como el calcio, el hierro y la vitamina B12.
«A mi me funciona»
Carrie Eddins es vegetariana desde los 10 años, pero hace 18 meses, con 40 años, decidió seguir una dieta vegana.
«Lo decidí porque la industria de los productos lácteos me enfurece y me rompe el corazón», dijo.
Desde que dejó de consumir leche y huevos dice que se siente «como nunca», y asegura que su digestión mejoró y que está más «tranquila» y «despierta».
Ahora tiene que controlar más sus menús.
Admite que cuando inició el cambio sí se sintió más cansada y que tuvo que ponerse parches de vitamina B12 para «equilibrar su sistema».
«Pero a mi me funciona», dice.