Con la alimentación y la actividad física se puede alcanzar un estado de bienestar.
Por Revista ES
Una persona que se ha sometido a un trasplante de órgano es aquella que tiene una condición especial por haber recibido un componente anatómico que fue la única alternativa terapéutica para salvar su vida. Esto no implica necesariamente que la persona entre en un estado de fragilidad y vulnerabilidad, o que le impida atender su vida y los asuntos cotidianos con normalidad.
Según la doctora Alejandra Martin, epidemióloga clínica adscrita a Colsanitas y directora de la Asociación Colombiana de Deportistas Trasplantados ACODET, “Después de un trasplante comienzan nuevos retos para asumir la nueva condición, en la que la actitud es clave para crear hábitos de vida saludables que permitan atender mejor el tratamiento y beneficiar la salud en general”.
Lejos de lo que se puede pensar, la realización de algún deporte es clave para alcanzar un estado de bienestar tanto físico como mental. De igual manera, la alimentación y los controles médicos son fundamentales para que una persona que ha recibido un trasplante, desarrolle una vida común y corriente.
¿Cómo se debe llevar la alimentación?
Con la alimentación y la actividad física se puede alcanzar un estado de bienestar.
Por una parte, la dieta de una persona con trasplante no es diferente de la que todas las personas deben llevar para mantener un estilo de vida saludable. Se trata de mantener una dieta variada y equilibrada, en cantidades adecuadas, con aporte de todos los grupos alimenticios, baja en alimentos procesados o que contengan altos niveles de azúcar, grasas saturadas y trans.
No obstante, se debe ser más cuidadoso con el lavado de productos como las verduras y vegetales, así como los lugares donde se consumen los alimentos, debido a que se pueden adquirir infecciones con mayor facilidad. De igual manera, las actividades cotidianas no se deben realizar en espacios con niveles elevados de contaminación.
¿Cómo se puede practicar ejercicio físico?
Algunas de las actividades que pueden realizar las personas que han recibido un trasplante de órgano son correr distancias cortas, caminar a paso largo o hacer ejercicios por media hora como parte de un calentamiento que hace un deportista de alto rendimiento. Sin embargo, no es recomendable practicar deportes de contacto como artes marciales, rugby o fútbol para evitar lesiones.
Si la persona que recibe el trasplante no realizaba actividades físicas antes del procedimiento, puede comenzar a hacerlo aumentado poco a poco la intensidad de las rutinas y atendiendo las recomendaciones del médico tratante.
¿Qué ventajas trae el deporte?
Se ha demostrado que mantener este hábito mejora la respuesta de compatibilidad del órgano trasplantado en el organismo del receptor y eleva la sobretasa de vida del órgano. Hay personas con trasplante que llevan determinadas rutinas de ejercicio diario y hasta deportistas de alto rendimiento que compiten en certámenes internacionales especializados para trasplantados.
Una forma como se manifiestan los beneficios de la práctica de actividad física o deportiva en la vida de un trasplantado es cuando disminuyen los efectos secundarios del tratamiento con los medicamentos inmunosupresores, que se deben tomar de por vida para disminuir la posibilidad de rechazo del nuevo órgano.
Un efecto secundario, por ejemplo, es el aumento de los niveles de triglicéridos, esta respuesta a los medicamentos siempre se presenta, no importa si el órgano trasplantado viene de donante vivo o cadavérico; incluso se trate de un donante vivo intrafamiliar.
Otros beneficios se pueden notar cuando el trasplantado asiste a sus controles periódicos y anuales, en este último se realizan revisiones y exámenes clínicos para monitorear la condición de salud. En general, con el ejercicio se mejora la capacidad física, la presión cardíaca y en el caso de personas con trasplante de corazón se aumenta la irrigación sanguínea que recibe ese órgano.
No permanecer sedentario evita el riesgo de obesidad, hipertensión y enfermedades cardiovasculares, es decir, que se lleguen a desarrollar otras complicaciones que no hacen parte de ser receptor de un trasplante.
Además de notar beneficios en la respuesta del organismo al órgano trasplantado, también se mejoran la respuesta emocional y social en esta etapa en la medida que se exploran sus capacidades para atender nuevos desafíos, sin asumirse como una persona limitada o que continúa enferma después de la intervención. Así, quien ha recibido un trasplante de órgano puede vincularse a actividades que lo hagan sentir incluido como miembro de la sociedad.