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¿Por qué no debe dejar de consumir lácteos, aunque sea intolerante a la lactosa?

Los lácteos son esenciales para el aporte diario de minerales, vitaminas y aminoácidos esenciales.

Por Revista ES

Se estima que más del 75% de la población mundial es intolerante a la lactosa. De acuerdo con Marianela Obando, especialista en nutrición clínica, esta condición puede ser considerada como inofensiva, sin embargo, si una persona realiza cambios drásticos en su dieta diaria, como eliminar el consumo de productos lácteos, para evitar los molestos síntomas de este padecimiento, podría padecer problemas más serios en su salud.

La deficiencia de consumo de lácteos está relacionada con la descalcificación de huesos y dientes, la osteoporosis, el estreñimiento y el acné. Es importante que, quienes sufren de intolerancia a la lactosa, conozcan las razones por las que no se recomienda eliminar el consumo de lácteos, así como las alternativas que tienen disponibles en el mercado para contribuir con una ingesta equilibrada de calcio, vitaminas y minerales.

“Gracias a la innovación de la industria alimentaria cada vez hay más opciones de lácteos libres de lactosa y que ofrecen el mismo aporte nutricional que los lácteos convencionales. Es importante que la persona, cuando ya ha sido diagnosticada por un profesional, busque información y asesoría sobre esas opciones, para que las incluyan en su dieta diaria”, comentó Obando.

Principales beneficios de los productos lácteos libres de lactosa:

  • Reducen o eliminan por completo los molestos síntomas de la intolerancia a la lactosa. La persona puede consumir leche, queso, yogurt o incluir estos alimentos en la preparación de platillos, sin sufrir los malestares asociados de esta condición.
  • Son productos ricos en calcio, fósforo, sodio, potasio y zinc. Son libres de lactosa, pero conservan los nutrientes de los lácteos completos.
  • La leche sin lactosa y sus derivados aportan 9 aminoácidos esenciales que el cuerpo no es capaz de generar y son ricos en vitamina A, D y B12.
  • Brindan el mínimo de lactosa requerido para el organismo. Una pequeña cantidad de lactosa es necesaria para contribuir a la absorción del calcio, nutriente esencial para el crecimiento y desarrollo de los huesos. Los productos deslactosados integran una proporción aproximada de 0,01 gramos de lactosa por cada 100 mililitros. En contraposición, los lácteos clásicos pueden contener hasta 4,7 gramos por cada 100 mililitros.
  • No aportan más azúcar. Los lácteos libres de lactosa suelen tener un sabor un poco más dulce, debido al proceso al que son sometidos para separar la lactosa en glucosa y galactosa, sin embargo, no contienen más azúcar que los lácteos convencionales.

Intolerancia a la lactosa

La intolerancia a la lactosa es una condición que afecta el sistema gastrointestinal y que se genera, en la mayoría de los casos, debido a una producción deficiente de la lactasa.

La lactasa es la enzima responsable de hidrolizar o subdividir las moléculas de la lactosa –azúcar presente en todas las leches de origen animal- en dos azúcares simples: glucosa y galactosa; para facilitar una adecuada absorción en el organismo.

De forma sencilla, las personas que no producen en su intestino delgado la cantidad necesaria de lactasa no pueden digerir correctamente la lactosa. Como consecuencia, esta azúcar se desplaza hasta el colon, en lugar de procesarse para su absorción, y produce síntomas molestos como: diarrea, cólicos, gases continuos, hinchazón abdominal, náuseas y hasta vómitos.

Si bien el padecimiento es el mismo, se han definido tres tipos de intolerancia a la lactosa. Estos están determinadas por las causas que producen la deficiencia de lactasa en el organismo.

  • Intolerancia primaria: es el tipo más frecuente y está determinada por factores genéticos. El ser humano al inicio de su vida produce niveles muy altos de lactasa -necesarios para sustentar una dieta basada en leche materna-, los cuales disminuyen conforme la dieta comienza a incluir otros grupos de alimentos. En la intolerancia primaria a la lactosa, hay una pérdida gradual de la capacidad de digerir la leche y esta pérdida es progresiva y permanente.
  • Intolerancia secundaria: se produce cuando el intestino delgado disminuye la producción de lactasa por motivo de una enfermedad, lesión o cirugía que lo ha afectado. Con el diagnóstico correcto y un tratamiento adecuado generalmente se reestablece la producción de lactasa.
  • Intolerancia congénita: es extremadamente poco común y ocurre por una mutación en el gen de la lactasa. Como consecuencia, el niño no tiene la capacidad de producir lactasa. Este trastorno suele
    ser hereditario y se presenta solo si, tanto la madre como el padre, transmiten la misma variante
    genética para que el niño padezca esta condición.
    Además, existen factores de riesgo asociados al desarrollo de la intolerancia a la lactosa, por ejemplo:
  • La edad. Muchas personas comienzan a sufrir intolerancia a la lactosa en la edad adulta. Esta
    afección es poco frecuente en bebés y en niños pequeños, que por lo general tienen niveles muy
    elevados de lactasa para procesar una dieta basada, principalmente, en la leche materna.
  • Los nacimientos prematuros. Los bebés que nacen antes de las 40 semanas pueden tener niveles reducidos de lactasa, debido a que el intestino delgado genera las células productoras de la lactasa
    hasta finales del tercer trimestre de embarazo.
  • Otras enfermedades que afectan el intestino delgado. Algunos de los padecimientos del intestino delgado que pueden provocar intolerancia a la lactosa son: el crecimiento bacteriano excesivo, la celiaquía, la intolerancia al gluten y la enfermedad de Crohn.
  • Tratamientos oncológicos. Las personas que han recibido radioterapia contra el cáncer de estómago pueden, como consecuencia, presentar complicaciones intestinales que a su vez las hacen más propensas a sufrir de intolerancia a la lactosa.

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