Como sabemos, la vida de todo ser humano está compuesta de decisiones. Con ellas creamos nuestro futuro y a partir de tales, debemos asumir las consecuencias. Sin embargo, el “corre-corre” habitual “desprograma” esta realidad conocida por todos y hace que empecemos a tomar decisiones en piloto automático, sin pensarlas en el momento.
Pero pasa que, con el tiempo, este cúmulo de acciones automáticas terminan por hacer que, en nuestra mente, nos sintamos encadenados de forma emocional a las consecuencias de decisiones que hemos tomado (o nos hemos acostumbrado a tomar) en el pasado.
Citemos un ejemplo sencillo: usted es de las personas que lleva décadas convencida de que lo suyo no es levantarse temprano. Por lo mismo, pospone hasta el último momento posible el acto de salir de las sábanas para comenzar su día. Eso equivale, casi siempre, a ducharse, vestirse, desayunar y manejar atropelladamente hacia la universidad, el trabajo o el compromiso que tenga ese día.
Ya de entrada, usted empieza su mañana cuesta arriba. Probablemente, en algún momento salga de sus pendientes y logre cumplir su jornada, solo que a un costo emocional muy alto.
Sume esa situación a la mayoría de días del mes, la mayoría de días del año. Esto le acarreará culpas adicionales y eternas promesas de enmienda, que se disipan cuando amanece y usted sigue convencido de que aún puede disfrutar “un ratito más” bajo las mantas y que “de alguna manera todo sale”. Luego, el ciclo vuelve a empezar. En cambio, asumir la decisión de lanzarse de la cama más temprano puede cambiar sustancialmente el escenario de su día, hasta podría ejercitarse un poco antes de su ritual matutino de alistarse y desayunar. Así, la acumulación de pequeñas decisiones diarias nos llevará, indefectiblemente, a un futuro o a otro.
MEJOR REACCIONAR
Las decisiones, por lo tanto, terminan por demarcar la vida de las personas tanto como lo puede hacer la falta de ellas. Quedarse de brazos cruzados ante una situación es también una decisión que se puede resumir así: aun cuando no haga, está haciendo. Y muchas veces, ese “no hacer” implica permanecer en una zona de supuesto confort que, a largo plazo, se convertirá en un verdadero problema para su vida, con el agravante de que el tiempo no se devuelve y así como
lo hecho hecho está, lo que no se hizo en su momento se quedó sin hacer.