El despertar de un vencedor – Marfer Torres

El primer paso de Marfer Torres para mejorar su calidad de vida fue despertar. A partir de ese momento, Marfer logró hacer más: tumbar en un año los 85 kilos de sobrepeso que cargaba.

Lizeth Castro

 

Se me cruzan muchas palabras en la mente para pensar por qué Marfer Torres es el protagonista de este texto: vencedor, conquistador, inspiración, responsabilidad, amor propio, exigencia.  Sí, desfilan muchas palabras, pero de todas elegiré para que encabece la lista la que él mismo me dijo cuando le pregunté cuál fue el primer paso para tumbar en un año los 85 kilos de sobrepeso que cargaba: Despertar. A partir de ese momento, Marfer logró hacer más por sí mismo en 12 meses que en 29 años de vida.

Director de programación de las exitosas Bésame y ¡Qué teja!, emisoras del Grupo Prisa del cual el Grupo Nación es socio, es además dueño de una empresa propia de eventos;  todo esto hace que él sepa muy bien la necesidad de que la salud esté dentro del paquete que lo hace vivir y cumplir compromisos.

Exitoso, claro que lo ha sido indudablemente en su trabajo;  feliz, no, no necesariamente. En sus palabras queda mejor explicado:  “Yo sabía que tenía éxito, que hacía bien mi trabajo, que salíamos adelante con todo, pero llegaba a mi casa y empezaba a pensar ¿por qué peso 169 kilos?  Me sentía culpable, sabía que estaba haciendo todo mal, comía mal, no me cuidaba, vivía cansado,  del trabajo a la casa y de la casa al trabajo, sin un minuto para pensar en mi salud”, reflexiona.

“Yo agarraba un menú en el restaurante y simplemente pedía lo que más me gustara, jamás pensar si era proteína o carbohidrato, no me preguntaba si me alimentaba, simplemente mi criterio era el placer por el placer”, indica.

La culpa pesaba más de lo que la báscula decía

Así que el niño gordito que iba creciendo se convirtió en joven adulto acostumbrado a que las camisas M y L existieran para otros y jamás para él. Llegó a pagarse a hacer pantalones talla 52 y en sus camisas la más pequeña era 3X, “por culpa mía, de nadie más”, indica.

El tema se convierte en algo más allá de lo que la báscula decía, cuando ahondamos en la palabra culpa.

“Llegué a decirme que yo era adicto a la comida y como tal, la cura ameritaba un tratamiento. Esa era la perfecta excusa para no hacer nada.  La verdad es que no era adicto a la comida.  Llegué a pensar que los nutricionistas no servían, que mis papás también eran culpables por nunca velar por mi peso o dejarme ser sedentario en mi adolescencia, pero la pura verdad es que el responsable, el culpable de todo lo que me ocurría era yo.”

Marfer tiene muy clara la escena que lo hizo “despertar”: se puso una faja de pantalón a la que ya le había hecho algunos agujeros adicionales y esta vez ya no quedaba ningún agujero más y no le cerraba. “Toqué fondo. ¿Cómo había hecho para llegar hasta este punto? Me enojé muchísimo conmigo mismo”, señala. Entonces fue cuando se enfocó y tomó decisiones drásticas en su vida que lo tienen hoy matriculado en la maratón de Chicago que se realizará en el mes de octubre.

Esta vez hizo lo mismo que las veces pasadas: consultó con un nutricionista. Pero le agregó algunas que no había hecho antes: hacer ejercicio e incluso decir que no a compromisos sociales que significaban una amenaza para su meta de bajar de peso.

“Llegué a dejar de ir a algunas reuniones sociales porque también es difícil que otros entiendan por qué ya no comés como antes, o por qué te empeñás en tomar agua, o por qué simplemente decís que no a algo a lo que siempre decías que sí”, recuerda.

Las consecuencias se empezaron a notar. El cambio de Marfer vino de adentro hacia afuera y era inevitable sentirse orgulloso de cada logro.  “Me hacía gracia toparme a personas con las que he trabajado y no me reconocían”, indica.  Pero paremos un momentito, porque por más orgullo que sintiera también había miedo.

El fantasma del miedo

Como no era la primera vez que Marfer se estaba imponiendo la meta de bajar de peso, los fracasos de las veces anteriores le salían al paso en algunos momentos.

Marfer no solo seguía las instrucciones del nutricionista sino que además en el gimnasio contrató a un entrenador personal;  los entrenamientos son fuertes y desafiantes. “Una mañana, fui con unos compañeros a La Sabana a hacer una carrera de fondo. Como al kilómetro 5  me acordé de las veces que no lo había logrado, de ese Marfer obeso que había abandonado todo lo saludable y me pregunté ¿y si vuelvo a eso algún día?, pero luego de un par de kilómetros volví al presente y me vi lleno de energía, disciplinado, con ganas de vivir y espanté el miedo a punta de pensamientos sobre lo que soy capaz y sobre las metas que puedo ir alcanzando”, cuenta.

Le veo los ojos tan brillantes contando que va para Chicago, que son 42 kilómetros, que está entrenando fuerte y que en su agenda hay campo para hacer ejercicio porque es tan importante como reunirse con un cliente, que la pregunta natural que le hago es: ¿Naciste de nuevo?  Espera dos segundos para responderme, me mira a los ojos y sonríe: “Sí, Liz, me encanta eso, nací de nuevo. Soy como un chiquito recién nacido, quiero descubrir todo, ver de qué soy capaz, intentar, seguir avanzando, respirar profundo, vivir, vivir y vivir”.

Ya me entenderán los lectores por qué sobran las palabras para hablar de Marfer, pero estarán de acuerdo conmigo en que la que debe encabezar todas es esa: Despertar.

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