Guayacán que camina y hace yoga
El ministro de Cultura y Juventud se ejercita como si llevara una partitura de yigüirros por dentro
“Hay otra cosa que no me creía hasta que lo hice: se queman muchas más calorías con el cerebro que con el cuerpo, entonces en un concierto de piano que dura dos horas uno pierde en promedio uno o dos kilos”.
Aurelia Valentina Dobles
En culturas antiguas de distintas latitudes, árbol y arte comparten la misma palabra, una sola para ambos significados: el árbol conecta el cielo con la tierra y el artista es el que trae el cielo a la tierra. Es lo que nos cuenta el ministro Manuel Obregón – inevitablemente culto- al ritmo de una entrevista que aborda su quehacer corporal.
¿Y qué tienen que ver sudores con nubes? Pues que Manuel es un árbol que camina, digo, un músico que disfruta el ejercicio de caminar al aire libre, y claro que debe identificarse mucho cuando hace la asana (posición) del árbol al practicar yoga, su otra actividad física. Ah, pero descubrimos que cuando más gasta calorías es durante su faceta de músico, jalando chunches en el escenario o moviendo miles de músculos al tocar el piano. Él mismo lo ha comprobado pesándose antes y después de un apasionado concierto.
Esto del árbol y el arte se las trae cuando él, caminando, nos lleva a ver el retoño de guayacán que se sembró en los jardines del Ministerio de Cultura. “Quinientos años dura en hacerse grande”, nos explica. Juééé… Los años, y muchos más, que esperamos perdure la música que Manuel ha contribuido a crear.
Antes el Ministerio de Cultura y Juventud incluía Deportes, pero se desenlazó, ¿qué opinás de esta separación?
–En primer lugar la cultura no se debería separar de nada, la cultura debería estar a la par de todos los otros ministros, a la par de todas las personas. Es algo que necesitamos, el vínculo del deporte y cultura, van hermanados completamente con juventud. Juventud es la gran herramienta que tiene este ministerio, si bien todavía no se ha potenciado a nivel nacional lo que debería, pues la juventud es la población más grande de nuestro país y la que tiene más necesidades de todo tipo. Aquí tenemos un lema “invertir en cultura es invertir en la gente”, igualmente pasa con el deporte. Tenemos que invertir en las personas y más cuando están en la etapa de formación. Hemos dejado las actividades importantes para el final del día, si tenemos tiempo vamos a un concierto, leemos un libro, el resto lo dedicamos a producir, igual pasa con el deporte, no tenemos tiempo para hacer ejercicio y debe ser parte integral de nuestra vida. La sociedad debe prestar más atención a esos dos campos y a actividades básicas del ser humano como amar, pensar, ejercer el derecho a la cultura y al deporte.
¿Cuál es la actividad física de un ministro músico?
–Siempre me ha gustado mucho el aire libre, me gusta mucho caminar, y la actividad física propia de los músicos: jalar chunches y moverse en los escenarios, pero los gimnasios propiamente nunca me han gustado, no me gustan los espacios cerrados. Últimamente por razones de tiempo he optado por actividades como el yoga y la meditación, es lo que hago ahora.
¿Y qué beneficios te aporta?
– Es un balance que es casi indispensable por el tipo de actividad ahora que incluye la parte artística y todo este ajetreo de reuniones y viajes, altera mucho la salud si no hubiera sacado un rato por lo menos para hacer yoga. Es un tipo de balance suave, no es ningún deporte de competición, ayuda mucho a soportar las inclemencias del día. Hago meditación todas las mañanas, como 20 minutos, y media hora de yoga, estiramientos en mi casa. Luego trato de ir a una o dos clases adicionales en la semana. Empecé con Nango (su esposa, que es instructora de yoga), ella me empujó hace seis años, y más fuertemente hace tres años.
¿Efectos en tu cuerpo?
-Viene unido a un montón de cosas, a la edad. No es el mismo tipo de vida que llevaba hasta los 40, ya después de los 50 uno empieza a sentir otras necesidades y el yoga me ha ayudado a restablecer el balance físico, desde la agilidad de moverse hasta la fuerza interior para aguantar jornadas muy largas, me ayuda muchísimo a veces interrumpir a mitad del día, hacer un poco de respiraciones y algún ejercicio de yoga para aguantar la otra mitad.
¿Qué del espíritu deportivo podría beneficiar a la cultura?
-Hay algo de lo que se llama espíritu deportivo que a mí en lo personal no me gusta, que se ha llevado al extremo, la competitividad, todo tiene que ser una competencia. Antes se disfrutaba el deporte de otras maneras, incluso lo vemos en las culturas indígenas: el que ganaba era condenado a la muerte, no era necesariamente positivo ganar, era como una ofrenda, el mejor tenía que morir. Lo que es cierto es que la competencia en el deporte, en nuestras vidas, en el sistema educativo, ha llevado a que siempre hay un ganador y entonces hay muchos perdedores, eso genera muchísima frustración en todo. Por ejemplo, me gustan mucho los festivales de música, no me gustan los concursos de música donde siempre hay muchos perdedores. Claro que las prácticas deportivas y culturales deben darse en un ambiente de excelencia, buscando siempre lo mejor por supuesto, pero no necesariamente que sea uno solo el que gane. Sin embargo hay muchos aspectos que considero muy buenos que se pueden aplicar a la cultura, como es la constancia. Me ha tocado ver a Nery Brenes o a Claudia Poll, ella sigue practicando todos los días a pesar de que ya no está en edad de competir, pero esa es su pasión, eso es lo bonito.
Poniéndole música
¿Cuál sería el deporte más musical?
–Bueno, para mí el ping-pong porque tiene un ritmo… Me gusta mucho practicarlo y lo recomendaban para los pianistas porque es de los pocos que no te dañan la muñeca ni otros músculos y da un balance muy bueno para los reflejos. Cuando jugaba ping pong siempre me iba como inventando melodías, por el ritmo. Pero la verdad es que cualquiera, en el caso mío para componer, caminar es sumamente musical, vas recibiendo estímulos; creo que cualquier cosa que tenga un ritmo puede verse muy musical. Lo que sí es cierto es que aparte de ser musical o no, hay deportes y sobre todo deportistas que tienen un gran contenido artístico. ¿Y qué es tener un gran contenido artístico? Percibir la realidad de otra manera y poder expresarla. Cuando uno ve esos jugadores históricos, como Maradona, Di Stéfano, Pelé, que ante una dificultad encuentran una solución creativa que nadie había pensado, para mí eso es arte, independientemente de si el equipo gana o no.
¿Y la música más deportiva?
-Ahí sí creo que ahora hay géneros de música que requieren una gran condición física. Todas esas señoras de la música pop, que bailan y tienen sus coreografías, yo no sé cómo hacen para cantar en medio de tanto ejercicio… Me parece más bien como una especie de nuevo deporte, que no sé cómo se llama, ahí tienen un gran contenido deportivo. Hay otra cosa que no me creía hasta que lo hice: se queman muchas más calorías con el cerebro que con el cuerpo, entonces en un concierto de piano que dura dos horas uno pierde en promedio uno o dos kilos, estando sentado moviendo los dedos, pero no solo eso, están pasando otro montón de cosas adentro.
¿Lo has verificado, te has pesado antes y después?
–Sí, claro, me he pesado. Depende del concierto, del desgaste y duración. Movés miles de músculos miles de veces, porque no es exactamente una maratón pero es otro tipo de desgaste. Igual algunos instrumentos, hay que ver el que toca la tuba en una marching band durante horas caminando, eso es un deporte extremo, va soplando sin parar…
Y para terminar, ¿cuál es el paisaje sonoro que imaginás para los miles de deportistas que salen en nuestro país a realizar su actividad deportiva?
–La mejor banda sonora que tenemos es nuestra naturaleza. Más en esta época, yo soy un enamorado del canto de los yigüirros. Si hay algún sonido que a uno lo identifica con lo que es la esencia de lo costarricense y si hay una banda sonora de Costa Rica es el canto del yigüirro, tiene para mí una magia, una serie de códigos que no sabemos todavía identificar, nos da una tranquilidad, una sensación de bienestar especial. Ahora unos jóvenes hicieron una aplicación muy buena, Green Noise, y si la ponés en tu celular estando en otro país te da un gran bienestar ubicarte en el espacio sonoro de un amanecer en Nosara o un atardecer en Monteverde.