La sexualidad de las parejas puede cambiar mucho de una a otra, ya que se toma en cuenta su relación, su comunicación, las responsabilidades y sus encuentros sexuales
Por Ana María Mora, sexóloga
Muchas parejas tienen una relación satisfactoria desde lo afectivo. Se cuidan mutuamente, muestran interés y admiración el uno por el otro. Se permiten tiempo de calidad para sus proyectos personales y dedican tiempo compartido en metas comunes. La dificultad es cuando lo placentero excluye lo sexual.
Es cierto, debido a las responsabilidades de casa, el cuido de la familia, la buena relación con familias de origen e inversiones en lo material a veces se descuida lo otro. Se resta el tiempo en pareja y específicamente al encuentro sexual. Se limitan los espacios privados, llevando a la cama la televisión, los celulares o las computadoras. Dejamos de comunicar y de sacar el rato, poniendo la excusa del cansancio o el enojo por una situación sin resolver.
¿Cuántas veces escuchamos “no nos resulta difícil trabajar horas extras o correr a un imprevisto”? No se le da importancia a retomar lo que los enamoró al inicio.
Conectados
La vida sexual es juego, complicidad, relajación, liberación del estrés del trabajo y presiones de la vida diaria con la posibilidad de experimentar posibilidades nuevas o bien, seguir disfrutando lo que les gusta. Es revivirlo, cada vez, con sorpresa y deseo o buscar lo nuevo para poder ir variando ese mapa erótico que la pareja va construyendo.
Lo primero que nos viene a la cabeza cuando hablamos de una sexualidad plena es el libro del KamaSutra para llevar variedad de mil posturas diferentes. La realidad es que las posiciones que se ocupan cambiar a la hora de hablar de satisfacción sexual están muy lejos del encuentro sexual.
Una sexualidad plena inicia en la infancia, en la forma en que nos cuidan y demuestran afecto, de cuánta libertad nos dan de desarrollar nuestro potencial como personas, indiferentemente de los estereotipos de género de lo que se le “permite al hombre y a la mujer”.
La mayor satisfacción sexual es cuestión de detenerse a pensar lo obvio. Si existe violencia intrafamiliar, infidelidades, no hay buen trato o una comunicación efectiva, sobre todo en temas sexuales, es muy difícil llegar a sentir placer de compartir. Lo primero que se viene a la cama son los resentimientos, los miedos, las culpas y las facturas emocionales pendientes.
Más allá de recurrir a pastillas mágicas, lo vital es reconocer nuestras dimensiones más allá del cuerpo; es decir, reconocer que somos personas con sentimientos e ilusiones, con gustos y aspectos que nos generan excitación o nos inhiben y nos matan la pasión. Es a partir de cómo estamos como personas y en la relación de pareja que podemos pensar en verdaderos beneficios de la actividad sexual.